domingo, 22 de febrero de 2009

Lo ingresaron por urgencias

Así podríamos resumir la llegada de este paralítico a Jesús. Efectivamente: "Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico". Lo dicho. Lo ingresaron por urgencias. Es lo que parece que se hace hoy. Están nuestras clínicas y hospitales tan llenos de enfermos, que hay que buscar un boquete por donde sea. Lo que pasa es que el Señor, "viendo la fe que tenían", puso, sin embargo, la atención en otra urgencia que a él le debía parecer mayor: la parálisis del espíritu, que, causada por el pecado, va invadiendo poco a poco la vida de todo hombre. Por eso, ante la admiración de los unos y el escándalo de otros, dijo: "Tus pecados quedan perdonados". No se despreocupó, no, de la parálisis física de aquel hombre. Al contrario, hizo que aquellos miembros volvieran a la agilidad y al movimiento. Pero quiso dejar bien claro que la salvación que él venía a traer no se quedaba únicamente en la parte corporal del hombre, en sus necesidades físicas y biológicas, sino que llegaba al hombre completo, cuerpo y espíritu. Por eso, terminaría diciendo: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Pero, antes, le dijo: "Tus pecados quedan perdonados", señalando así que su salvación empezaba desde el interior, desde su espíritu imperecedero. Pero se me antoja que, siendo tan clara la enseñanza, descuidamos constantemente el cultivo de nuestros valores espirituales. Nuestro mundo ha avanzado vertiginosamente en el terreno de la ciencia y de la técnica. Los adelantos han invadido prodigiosamente nuestra moderna existencia. Vivimos rodeados de una proliferación tal de comodidades como no podíamos siquiera soñarlas en épocas anteriores. La realidad ha superado a la ficción. Y este hombre que soy yo, que eres tú, que es él, se ha subido al tren del progreso y no quiere renunciar a ninguna de sus posibilidades. Hemos entrado por la puerta de urgencias con todas nuestras camillas, para sanear nuestra salud (¡valga la redundancia!), para sanear nuestra cultura, y nuestra economía, y el confort de nuestro vivir. Y acaso en nuestro subconsciente pensamos que todo se puede conseguir, que todo está al alcance de la mano. Pero observen una cosa. En la medida en la que hemos saneado (?) nuestra vertiente material, subiéndonos por urgencias en el progreso, en la misma medida nos hemos ido deteniendo en el lento camino de los afanes espirituales. En la proporción en que nos hemos atrincherado tras el televisor, la cadena musical, el coche, la estufa y las diversiones; al mismo tiempo que hemos ido abriendo boquetes de urgencia en el tejado de nuestro vivir para que entraran por ellos todas las sugerentes ofertas de la propaganda y del mercado, en esa misma proporción se nos están escapando por la ventana todas nuestras inquietudes espirituales y religiosas. "Yo no vengo a misa, porque ahora me paso la noche viendo la televisión", me dijo un día un joven, resumiendo muy en esquema, claro, su trayectoria espiritual. Se impone una urgente pregunta: ¿no estará necesitando el hombre de hoy que alguien le diga: tus pecados deben ser perdonados?

1 comentario:

Virginia dijo...

Esto me sugiere una reflexión... ¿Cuáles son los motivos que me hacen ir por urgencias? y al mismo tiempo, ¿solo busco "sanearme" cuando hay urgencias?...es una imagen simbólica y curiosa al mismo tiempo, pero muy contundente porque ciertamente podemos quedarnos en lo puntual, en lo necesario...en lo meramente "urgente"...pecando de descuidar lo verdaderamente importante que es el encuentro diario con Nuestro Señor...que nosotras, al igual que el paralítico, sintamos la curación de nuestro interior, que nos sintamos impulsadas en el día a día a dar testimonio de Su acción y Su presencia en nuestras vidas...