domingo, 22 de febrero de 2009

Slumdog Millionaire

La verdad os hará libres, Jn 8,32.

Esta frase del evangelio de Juan puede resultar, a veces, una manera fácil de aleccionar a quien realiza el mal, podemos aconsejar con ella, a quien está al límite de alguna situación, pero pocas veces la leemos en los acontecimientos, en los libros, en las personas, incluso en el cine....... ¿es porque no está? Quizás es que no la sabemos ver, esta tarde, después de un sábado de cine acompañado por Peio Sánchez, teólogo y sacerdote además de Director de la
semana de cine espiritual, nos hemos acercado a esta película en clave de fe.
En ella hemos descubierto a un chico, pobre, marcado por el dolor y la injusticia que lucha, sin saberlo por la bondad de corazón y el bien. Es curioso como consigue en un entorno de miseria y corrupción mantenerse limpio, íntegro, persona........ su mayor arma: la palabra y en sí misma , lo significativo de su vida. Os recomiendo verla, disfrutarla, y por qué no? dejarse visitar por este personaje que en ningún momento pierde la luz, que en ningún momento pierde la verdad.

Si queréis documentaros, sólo hay que clikar en el título.

Lo ingresaron por urgencias

Así podríamos resumir la llegada de este paralítico a Jesús. Efectivamente: "Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico". Lo dicho. Lo ingresaron por urgencias. Es lo que parece que se hace hoy. Están nuestras clínicas y hospitales tan llenos de enfermos, que hay que buscar un boquete por donde sea. Lo que pasa es que el Señor, "viendo la fe que tenían", puso, sin embargo, la atención en otra urgencia que a él le debía parecer mayor: la parálisis del espíritu, que, causada por el pecado, va invadiendo poco a poco la vida de todo hombre. Por eso, ante la admiración de los unos y el escándalo de otros, dijo: "Tus pecados quedan perdonados". No se despreocupó, no, de la parálisis física de aquel hombre. Al contrario, hizo que aquellos miembros volvieran a la agilidad y al movimiento. Pero quiso dejar bien claro que la salvación que él venía a traer no se quedaba únicamente en la parte corporal del hombre, en sus necesidades físicas y biológicas, sino que llegaba al hombre completo, cuerpo y espíritu. Por eso, terminaría diciendo: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Pero, antes, le dijo: "Tus pecados quedan perdonados", señalando así que su salvación empezaba desde el interior, desde su espíritu imperecedero. Pero se me antoja que, siendo tan clara la enseñanza, descuidamos constantemente el cultivo de nuestros valores espirituales. Nuestro mundo ha avanzado vertiginosamente en el terreno de la ciencia y de la técnica. Los adelantos han invadido prodigiosamente nuestra moderna existencia. Vivimos rodeados de una proliferación tal de comodidades como no podíamos siquiera soñarlas en épocas anteriores. La realidad ha superado a la ficción. Y este hombre que soy yo, que eres tú, que es él, se ha subido al tren del progreso y no quiere renunciar a ninguna de sus posibilidades. Hemos entrado por la puerta de urgencias con todas nuestras camillas, para sanear nuestra salud (¡valga la redundancia!), para sanear nuestra cultura, y nuestra economía, y el confort de nuestro vivir. Y acaso en nuestro subconsciente pensamos que todo se puede conseguir, que todo está al alcance de la mano. Pero observen una cosa. En la medida en la que hemos saneado (?) nuestra vertiente material, subiéndonos por urgencias en el progreso, en la misma medida nos hemos ido deteniendo en el lento camino de los afanes espirituales. En la proporción en que nos hemos atrincherado tras el televisor, la cadena musical, el coche, la estufa y las diversiones; al mismo tiempo que hemos ido abriendo boquetes de urgencia en el tejado de nuestro vivir para que entraran por ellos todas las sugerentes ofertas de la propaganda y del mercado, en esa misma proporción se nos están escapando por la ventana todas nuestras inquietudes espirituales y religiosas. "Yo no vengo a misa, porque ahora me paso la noche viendo la televisión", me dijo un día un joven, resumiendo muy en esquema, claro, su trayectoria espiritual. Se impone una urgente pregunta: ¿no estará necesitando el hombre de hoy que alguien le diga: tus pecados deben ser perdonados?

sábado, 21 de febrero de 2009

FORMATION DE LA CONSCIENCE

Vendredi 20/02/09 le groupe de formation au Cameroun a eu une journée de reflexion sur le thème "Formation de la conscience" animée par l'Abbé Bernadine C. NSOM.
De cette journée, nous pouvons dire que former la conscience c'est former les quatres dimensions de la personne à savoir l'humain, le spirituel, l'intellectuel et la pastorale. c'est aussi répondre à deux questions fondamentales: qui suis-je? et quelle est ma mission? En plus connaître qui on est permet de savoir où on va et ce qu'on veut faire. Quelque soit où on est, le plus important c'est d'être heureuse.

domingo, 15 de febrero de 2009

Lo extraordinario de la vida



Ayer me vino a la cabeza una de las frases que Pemán escribe en el Divino Impaciente: "Virtud que se paladea, apenas sí es ya virtud". ¿El motivo? Lo explico rápidamente.
En el Encuentro de Jóvenes que celabramos ayer entre todos los colegios Nazaret de Barcelona, tuvimos la suerte de conocer en directo a la Hna. Presentación. Ella es la religiosa de la Congregación de las Religiosas de Sant Josep de Girona a la que la explosión de una bomba en el Congo el octubre pasado, la ha dejado en una silla de ruedas con las dos piernas amputadas.
La presencia de esta misionera conmocionó a todos los que la escuchamos. Transparentó a Dios sin buscar hacerlo... y eso fue precisamente lo más extraordinario! Dios estaba... y eso fue precisamente lo más extraordinario!
Dios nos habló una vez más, en esta ocasión a través de una misionera que, todo y tener una historia de dolor y sufrimiento a sus espaldas, en ningún momento se hizo eco de su actual situación, sino que constantemente se refirió a Dios y a sus hermanos, los más pobres.
Ayer fuimos testigos de la fe heróica que pasa desapercibida; ayer fuimos testigos de la virtud no paladeada... y por eso Dios nos habló!
Gracias, Hna. Presentación por dejarLE hacer a Él! Cuánto tenemos que aprender!

"Yo margino, tú marginas"

El que ha sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando impuro, impuro. Mientras le dura la lepra, seguirá impuro, vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento" (Lv. 13, 45-46). Así vivían los leprosos, es decir, los aquejados por diferentes enfermedades de la piel, repugnantes y contagiosas. Eran excluidos de la convivencia en sociedad, sin ningún miramiento. Y sólo se les permitía que, a gritos y desde lejos, pidieran limosna cuando divisaban un transeúnte. ¡A ver si había suerte y les dejaban algún alimento al borde del camino! Parece una página sensacionalista de una época pasada, una costumbre ancestral de una cultura ya superada. Y, sin embargo, no es así. Ustedes saben que, más o menos, siguen existiendo -y permítanme la expresión-, los mismos perros con distintos collares. Nunca como hoy se habla tanto de los derechos humanos, de la radical igualdad de todos, de que la más elemental justicia exige la igualdad de oportunidades. Pero del dicho al hecho... Porque resulta que un somero análisis nos dice que el hombre-individuo, es decir, yo, tú y él, vamos por la vida marginando, haciendo nuestra particular selección de las especies. Y la sociedad como tal, lo mismo. El hombre individuo. Se podría dibujar, de menor a mayor, un curioso juego de círculos concéntricos. El más pequeño me retrataría a mí en mi infancia, en mi familia. El segundo, en el ambiente de mi colegio, con mis primeros amigos. El tercero, ya en mi juventud, en mis áreas de diversión y de trabajo. El cuarto, en mi vivir ciudadano y religioso. El quinto... Pues, bien, ese análisis me llevaría a comprobar las claras y lastimosas marginaciones que he ido creando, los muros de la vergüenza que he levantado a lo largo de mi vida. Sí. Estoy seguro de que, en el examen final de nuestra existencia, constataremos que hemos dejado a un lado, como a impuros, a familiares directos, a compañeros y amigos, a vecinos y conciudadanos, a creyentes que han rezado con nosotros al mismo "Padre nuestro que estás en el cielo...". ¿Por qué motivos? ¿Cuál ha sido su lepra? Uno quisiera encontrar unos móviles serios. Y, en vez de ello, mucho me temo que solamente hallemos las normales dificultades de toda convivencia: las diferencias de carácter y de opinión, las habituales discusiones en que no se miden las palabras, el orgullo nuestro de cada día, etcétera. La sociedad. Y si, como individuo, compruebo con vergüenza que he declarado impuros a muchos seres mejores que yo, como integrante de la sociedad -es decir, como integrante de esa gran máquina que llamamos las estructuras sociales-, compruebo que las marginaciones son todavía mayores. Si hoy no entendemos que se hiciera a los leprosos así de apartados, de humillados, de hundidos, ¿cómo podemos explicar y vivir tan alegres ante esas otras grandes marginaciones de hoy, que son: el racismo que no cesa, el hambre en el mundo frente a nuestro cruel consumismo, el allá te las veas con tu problema con que, en la praxis despedimos al que está en la droga, en el sida, en la delincuencia... Ya sé que es más fácil hacer una denuncia; poner de relieve el mal ayuda, pero no es la solución.
Daniel Padilla

domingo, 8 de febrero de 2009

"El club de los poetas vivos", por D. Daniel Padilla

La página de Marcos que leemos hoy viene a ser como una hoja arrancada de tu agenda, Señor, la síntesis de una jornada tuya, bien apretada por cierto. Al terminar de leerla, uno siente el deseo de preguntarte: "¿Te cansabas mucho, Señor?". Porque... ¡hay que ver! Estuviste en la sinagoga. Fuiste después a casa de Pedro, a cuya suegra curaste de la fiebre. Al atardecer, "te llevaron todos los enfermos y poseídos". Los curaste de muchos males, incluso expulsaste demonios. "A las cuatro de la madrugada, te marchaste al descampado, para poder orar". Y, al saber, que "todo el mundo te buscaba", dijiste: "Vamos a las aldeas cercanas, para predicar también allí". ¡Así! Pero, si me asombra la cantidad de tu tarea, más me conmueve aún la calidad de la misma, esa sobredosis de amor que ponías en todo. San Lucas, cuando quiso resumir tu labor, escribió: "Pasó haciendo el bien"; o, quizá mejor: "Pasó haciéndolo todo bien". Es como si todas tus acciones las empaparas en una esencia, intangible pero real, de ternura, dedicación personalizada y delicadeza. ¡Cómo trataste a la adúltera y a la Magdalena! ¡Con qué conmovedora sutileza te invitaste a casa de Zaqueo! ¡Qué paciencia en tu convivir con los apóstoles, tan atolondrados! Y eso es lo que más impresiona en nuestros días. Vivimos en un mundo pragmático en el que priman la técnica y el poderío energético sobre las cualidades humanas. Poco a poco el hombre va siendo una ficha, un eslabón para usar y tirar de la gran máquina moderna. Así, el mismo individuo, instintivamente, se parapeta en las reglas del juego y valora su yo en términos de rentabilidad: "Trabajo a tanto la hora. Mi jornada consta de tantas horas. Las cumplo. Y punto". Y me pregunto: ¿Y la poesía? ¿Y la filosofía sin números de los que trabajan sin buscar recompensa? ¿Cómo se paga la entrega de una madre envejecida educando a sus hijos? ¿Cuánto vale la mano de obra de los que, siguiendo el estilo de Jesús, pierden sueño y hasta dinero por hacer arte, cultura, beneficencia, apostolado?". ¿Vieron El club de los poetas muertos? Aquel profesor de literatura, frente a un sistema educativo de normas intangibles, aptas para crear seres de cartón piedra, jugó la baza de sembrar poesía, inconformismo, lucha contra la rutina, aprovechamiento urgente del momento que se vive, cultivo de la utopía. Quería despertar la sensibilidad de sus alumnos, el saber nadar contra corriente, si llegara el caso. La página evangélica de hoy va por ahí. Es un Jesús incansable, que va poniendo poesía en las cosas y ganas de vivir a todos los más hundidos. La segunda lectura de hoy va por el mismo camino. San Pablo, siguiendo al único Maestro, y analizando sus afanes apostólicos, se pregunta: "¿Y cuál es mi paga?" Y, con aquella gallarda nobleza que él empleaba, se contesta a sí mismo: "Precisamente el dar a conocer el evangelio, anunciándolo de balde, ésa es la paga". Tengo que subrayar muy bien eso, Señor: de balde. Tú viniste a la tierra gratis y por amor a enseñarnos a trabajar en gratuidad. Tú viniste a fundar entre nosotros el club de los poetas vivos. Bueno, el club, no. Porque la Iglesia es más que un club. Pero de poetas vivos. Eso, sí. Y muy vivos.

lunes, 2 de febrero de 2009

Día de la Vida Consagrada


Hoy es un día especial para todos aquellos que hemos optado por una vida dedicada a buscar y cumplir la voluntad de Dios.

Cada día, desde nuestro corazón brota el sí comprometido que nos une a Aquel que nos ha convocad0. Pero hoy, especialmente, este Sí se siente compartido...somos muchos, y pueden ser más, los que celebramos el Don de la Vocación, el regalo de sabernos escogidos por el Dios del Amor. Si nuestra vida es Cristo hemos de manifestarlo, dando testimonio pleno y radical de que Él se ha convertido en el centro de nuestras vidas.
Yo doy gracias a Dios por mi vocación, doy gracias por todos aquellos que me acompañan y me orientan, así como también rezo para que sean muchos más los que puedan descubrir y experimentar el Misterio de Dios en la vida personal.
Feliz día de la Vida Consagrada.
Unum cor et anima una!!!

domingo, 1 de febrero de 2009

"El elocuente orador sagrado", por D. Daniel Padilla

Me entusiasman los hombres que hablan bien, Señor. Siempre he admirado a los que manejan el lenguaje con belleza, precisando las palabras, empleando bien los giros, utilizando argumentos apropiados, sorprendiendo con la originalidad de sus imágenes. Me interesaba el "decir bien" de mis años de estudiante. Y disfruto actualmente con la agudeza de oradores preparados. Pero está claro que el evangelista Marcos, cuando nos dice que "hablabas con autoridad" y que, "en la sinagoga, todos se quedaron admirados con tu enseñanza", no se refiere a tu "buena oratoria". Se está refiriendo a "la verdad" de tu mensaje, a "tus palabras hechas carne". Y vida. Tengo que comprender muy bien esto, Señor. La fuerza y la garra de mi predicación no pueden basarse en la perfección de una pieza oratoria, en la galanura de un lenguaje académico, sino en el "aliento del Espíritu" que mueva mis palabras y me lleve al testimonio: "No se preocupen de lo que vayan a decir -afirmaste-, porque el Espíritu pondrá palabras en vuestra boca". Tú, Jesús, no hablabas desde la sabiduría "que tenías", sino desde el profeta que "eras". Aunque "eras la Palabra", no pronunciabas "palabras de orador", sino de profeta. Y el profeta no es alguien que repite palabras más o menos sabidas, tradiciones más o menos heredadas, siempre inmóviles, paralizadas. El profeta es alguien que ayuda a iluminar los sucesos actuales con palabras que le llegan desde "muy lejos". No es alguien que se limita a repetir el dogma de los libros, la moral de los libros; la literalidad de la Ley. Ni se contenta con tener bien alineados muchos libros en los anaqueles de su biblioteca. Eso harán los letrados. El profeta es más bien una luz irresistible que trata de hacer ver las "huellas de Dios" en todos los sucesos de nuestro entorno. Eso hacías Tú. Y ésa era "tu autoridad".
Cada domingo he de predicar. Cada día he de hablar. Somos "embajadores de Dios", como dirá Pablo, y "hemos sido elegidos por Él para que vayamos y demos fruto, y nuestro fruto dure". "No podemos menos, por otra parte, que repetir lo que hemos visto y oído". Pero si nuestra predicación -y no me refiero sólo al sacerdote, sino también a los padres, catequistas, educadores, cristianos comprometidos- sólo se basa en la autoridad literaria de la oratoria, y no en la "palabra encarnada" del profetismo, terminaremos siendo "una campana que suene al viento", como decía Pablo. O peor todavía. Seremos "un mar de palabras en un desierto de ideas", como se decía de un determinado orador parlamentario. No estamos llamados a la "palabrería", sino a la palabra. Nuestro ministerio es el "servicio al Logos", a la Palabra que explica la vida, tratando siempre de que "el Espíritu gima en nosotros con sonidos inefables". Se nos pide que "purifiquemos nuestros labios y nuestro corazón con un carbón encendido, si fuera preciso, como el profeta Isaías, para poder anunciar digna y competentemente el Evangelio". Me gustan, Señor, los hombres que hablan bien. Pero sé también que "Tú escondes, a veces, ciertas luces, a la gente sabia e importante y la manifiestas a la gente sencilla". Por eso, más que un "elocuente orador sagrado", quisiera ser un "mensajero" de Ti.