domingo, 16 de noviembre de 2008

"La mejor defensa", por Daniel Padilla

Siempre han existido dos posturas ante la vida. La de quienes "se parapetan" ante las dificultades, y la de los que "se arriesgan". La de quienes "meten su dinero en un calcetín" o lo esconden bajo siete llaves, y la de quienes prefieren "invertirlo", tratando de sacar de él la máxima rentabilidad. La táctica del "cerrojo", y la del "ataque".
Como en el fútbol. Hay equipos que alinean jugadores ante la portería, limitándose a tapar huecos: ¡el cerrojazo! Pero todos recordamos a los nombres míticos del "deporte rey", hombres para la delantera, hechos para "atacar y abrir brecha".
Pues bien. Jesús quiso advertirnos que en lo espiritual pasa lo mismo. Hay quienes ponen en juego todos los dones que Dios les ha concedido, y, con ellos, siguiendo la táctica del "ataque", producen "frutos de vida eterna". Y hay quienes, partidarios de la táctica del "cerrojo", se limitan a defender narcisistamente sus talentos, sus cualidades, guardándolos celosamente como bienes personales e intransferibles.
No parece gustarle mucho esta postura al Señor. Un día se acercó a una higuera. Y, al ver que no tenía fruto, la maldijo. Lo mismo le pasó a este hombre del "único talento", del que nos habla el evangelio de hoy. Escuchó la condena del Señor: "Eres un empleado negligente y holgazán".
En efecto, no le gustan al Señor las tácticas del "cerrojo", las posturas del "no hacer", aunque sea por "miedo". Todos los pecados de "omisión" serán el argumento único del Jesús definitivo y Rey del Universo: "Tuve hambre y no dieron de comer. Tuve sed y no me dieron de beber. Estuve enfermo y no...". El Señor se compadecerá siempre del pecador que reconozca sus equivocadas aventuras, sus desmanes, sus alocadas decisiones. Pero permanecerá inflexible ante el "árbol que no dé frutos".
Lo primero, por razones de desilusión. No hay cosa más triste, amigos, que los proyectos abandonados, las "sinfonías incompletas". ¿No se han encontrado nunca un "esbozo" de casa, el esquema de una construcción frustrada? Allá están las vigas y las columnas, como promesa imposible de unas paredes que nunca existieron, de un hogar que nunca albergó a nadie. Puro esqueleto. Puro sueño.
Pues bien, eso es el hombre. Cuando, habiendo recibido dones, gracias y cualidades, por una política de miedos e indecisiones, por su no-correspondencia a la gracia, se queda con su "talento enterrado", con su no-participación, con su eterno: "Yo podría; pero no me decido". ¡Qué gran desilusión para un Dios-soñador!
Y lo segundo, por razones de justicia y responsabilidad: "Yo les elegí para que vayan y den fruto y sus frutos duren". No hay que olvidarlo. San Pablo nos ayuda a tener las ideas muy claras en este punto. Él, al hablarles a los de Corinto, nos recuerda que los carismas recibidos no son para el propio provecho, sino que, "en cada uno, se manifiesta el Espíritu para el bien común". Y así, uno ha recibido el Espíritu el hablar con sabiduría, otro el hablar con inteligencia; hay quien recibe el don de la fe, otro el don de curar; éste hace milagros, éste profetiza. Nadie puede enterrar, pues, sus talentos. Por eso luego, siguiendo el símil del "cuerpo humano", dirá: "El ojo no puede decir a la mano: no te necesito; ni la cabeza puede decir a los pies: no les necesito". En una palabra, todos los dones son necesarios, valiosísimos, complementarios.

2 comentarios:

Cecilia dijo...

Gracias por los comentarios. Hacen mucho bien.
Y efectivamente, tuvo razón el poeta "la monedita del alma se pierde si no se da"

Aurora dijo...

Realmente existen esas posturas, realmente depende en gran medida de nosotros enterrar o hacer fructifiar en la cofianza. Arriesgar o parar, y parar supone, en este caso......... retroceder. A mi me resulta dificil no enterrar, pero también conozco la inmensa alegría de Aquel que me espera y confía.