sábado, 29 de noviembre de 2008

Adviento, a la escucha de la Palabra


Pistas para reflexionar con el Evangelio de cada día, por D. Daniel Padilla, pbro.
Lunes 1 diciembre:
Curar al criado de un extranjero, ¡que desatino! La salvación es sólo para Israel, para un grupo de selectos, pensaban.
Y no es así. Nuestro Dios es para todos y es por todos. La actitud de Cristo en el evangelio del criado del centurión romano, que está enfermo, es de servicio, de ayuda, de entrega. La Salvación también es para ellos. ¡Que bueno! Hoy podemos advertir que fuera de nuestro mundo Dios se sigue regalando, incluso a aquellos que oficialmente no comparten nuestra fe.

Martes 2 diciembre:
Los grandes misterios de Dios, esta es su lógica, se entregan a la gente pequeña y sencilla. El Dios que se llama “irrelevancia” gusta revelarse a los “irrelevantes”. Nuestros padres, nuestros mayores han pertenecido a ese grupo de gente sencilla, gente “menuda” a los que se les reveló los misterios de Dios. Jesús da gracias al Padre por nosotros, pero sólo si, ante el Misterio, estamos descalzos, desnudos, sin corazas ni defensa alguna. Solamente, así, en la desnudez y en la sencillez de nuestra vida.

Miércoles 3 dieciembre:
Volvió a suceder el milagro con el concurso de nuestra libertad. Un muchacho con unos pocos panes y algunos peces. Sin él hubiera sido imposible el milagro de Jesús. Dar de comer a tanta gente. Ese es el sueño de Jesús. El se compadece de la gente. Su ternura le hace ponerse en nuestro lugar. Tenemos hambre y sólo el milagro acaecerá si pongo de lo mío, si, incluso, me entrego. Un poco de ti y se producirá el acontecimiento desbordante de la gracia que a todos alcanza. Da de lo poco que tienes y El nos dará de lo mucho que posee, pero nunca lo hará sin el permiso de nuestra libertad. Nuestro Dios es un Dios “limosnero”, nos pide, nos solicita, nos busca.

Jueves 4 diciembre:
La película “Bella”, que se ha estrenado hace algunos días comienza con esta frase: “Si quieres ver reír a Dios, cuéntale tus planes”. De nada valen tus proyectos y la programación que hagas de tu vida para mañana y para pasado mañana, si Jesús no anda en los entresijos de nuestra vida. “Sus caminos no son nuestros caminos, sus sendas no son nuestras sendas”, dice la Escritura. Por eso la mejor forma de sintonizar con nuestro Dios es la oración. Es en la oración donde podemos aquilatar los proyectos personales con los proyectos de Dios para cada uno de nosotros; hacer que en nuestra vida se haga realidad su voluntad. Orar: hablar con un a migo que te ama, dirá Teresa de Jesús. Suplica y grita a tu Dios, como en el evangelio de hoy: “¡Señor, Señor!”. Nuestro futuro está, pues, en sus manos. Es decir, estamos cimentados en El, sobre roca segura.

Viernes 5 diciembre:
Que sano es tener conciencia de nuestras limitaciones, de nuestras fragilidades, del límite de nuestra propia potencia. Los ciegos del evangelio de hoy se sabían ciegos. Y éste es un paso gigantesco, para el encuentro con Cristo. Tener necesidad de Cristo y asumir con sencillez que todo se nos ha dado, que todo es don, nos dará el coraje para vivir con pasión la vida. Ante el dramatismo de nuestra postración, todavía tenemos las ganas, la fuerza y la esperanza para gritar: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”

Sábado 6 diciembre:
Jesús, “al ver a las gentes se compadecía de ellas”. No podía apartar a la multitud de su corazón. Por eso urge trabajar, urge anunciar el evangelio, urge quitar pecado del mundo. Es necesario una convocación general. ¡Hay que salvar! ¡Que nadie se pierda!
Y yo, ¿qué puedo hacer? No se nos pide le éxito, se nos pide el trabajo. San Ignacio se preguntaba: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy haciendo por Cristo? ¿Qué puedo hacer por Cristo?

2 comentarios:

Virginia dijo...

Que suerte poder recorrer el camino del Adviento guiados y acompañados...dejemos que estas pistas de reflexión nos ayuden a profundizar y preparar,a esperar y confiar con ilusión en la venida de Nuestro Señor...Buen Adviento!!!

edith stein dijo...

Hoy lunes me ha gustado pensar en una actitud de Jesús: el centurión no le pide nada, sólo le expone la grave situación de su criado. Jesús no pregunta, responde comprometiéndose de manera decidida: "Voy a curarlo". Ojalá tuviéramos esa sensibilidad del Maestro para entregarnos a los demás sin entretenernos mucho en elucubraciones!