domingo, 17 de octubre de 2010

MOISÉS y las manos en alto, una parábola sobre la fidelidad y la perseverancia en la vida religiosa

La primera lectura de este domingo me regala una reflexión para nuestra vida como consagradas en misión.

Vemos a un Moisés en lucha constante consigo mismo para poder vencer al enemigo. ¿La condición para ello? Debe mantener los brazos en alto –posición, en la Biblia, que indica oración- si quiere vencer al enemigo. ¿Cuánto tiempo? ¡Todo un día! Cuando sus fuerzas decaen, es decir, cuando desfallece en su relación como amigo de Dios, cuando la fuerza de la inercia le puede y sus brazos caen, el enemigo vence. Sin lugar a dudas y bastantes millones de años después… esto sigue siendo así incluso hoy en nuestra vida consagrada: nuestras fuerzas decaen, nuestro día a día se vuelve rutinario, la dureza de las contrariedades se hacen presentes… y nuestros brazos flaquean… y vamos como a medias… Y es que SOLOS no podemos nada! ¡Cuánto nos cuesta convencernos de ello!

Pero lo más interesante de la lectura me parece que aún está por llegar… Moisés no puede más y el enemigo vence a Israel… ¿Quién interviene entonces? Evidentemente nuestra fuerza y nuestro auxilio es el Señor pero éste siempre se vale de mediaciones. Moisés es capaz de permanecer, de perseverar con los brazos en alto en plena batalla y mantener a los demás, gracias a la “comunidad”. ¡Aarón y Hur lo sostienen!

Ojalá supiéramos descubrir el gran tesoro de nuestras hermanas de consagración y, antes de errar el camino, dejar que otras sostengan nuestra fidelidad con su compañía, su ejemplo, su oración, su conversación, su confianza.

Aarón y Hur sentaron a Moisés en una roca… ¿Dónde me aposento yo? ¿Cuáles son mis puntos de apoyo en esos momentos en los que parece que ya no podemos más?

Moisés queda en evidencia delante de su pueblo: se cansa, se vuelve necesitado, se manifiesta vulnerable… pero no por eso abandona su misión como intercesor. Sabe que la vida de otros depende de su “aguante”… Está comprometido con su pueblo y por eso no puede abandonar… pero sí cuenta con hermanos para permanecer en su misión.

En nuestra vida religiosa sé que a veces nos veremos como Moisés: cansados y regalándole la victoria al enemigo… e incluso olvidando que nuestra vida ya no está en función de nosotros mismos sino en función de aquellos a los que nos debemos. Que en esos momentos tengamos la lucidez y la humildad de “dejarnos sostener” por las hermanas y por las “rocas” auténticas. El pueblo de Israel, gracias a Moisés, venció al atarceder a los amalecitas… pero Moisés se venció a sí mismo gracias a los hermanos… Y es que la fidelidad en la vida consagrada… también es comunitaria! Y el que no lo crea así, está bien equivocado… Porque donde hay “dos o tres en Su nombre” allí está Nuestro Señor!

3 comentarios:

Leticia dijo...

Doy gracias a Dios por el don de la comunidad, por el regalo del compartir, de ayudar y sentirme ayudada... "puntos de apoyo", y también de referencia, que Él pone en mi camino. Tantas veces he "resurgido" porque me han tendido la mano para alzarla a Él!!! ... son esa "palabra de salvación" viva que el Señor me regala!una conversación, una palabra que a veces no quiero oír, o simplemente un gesto, una mirada...Todo esto me ha salvado en innumerables ocasiones!!!
Gracias, Señor, porque me has dado una vida para compartirla, en comunidad, y darla.. para quién necesite también ayuda para "alzar" los brazos al cielo.
;-)

Aurora M. dijo...

COMUNIDAD=FAMILIA

edith stein dijo...

wow... conexión jesuítica!