viernes, 21 de enero de 2011

El nacimiento de una constelación

Se deberá quizás a un hombre y un lugar, S.Ignacio y Manresa, una conversión. Le sucedió la consolidación por los encuentros de París y la voluntad del compartir la obra de Dios de los primi Patres, movidos por el “unum cor et anima una” que nos une también a nosotras. “Primero fueron el honor y el renombre... luego las grandes hazañas del converso... al fin, la mayor gloria de Dios.”

Durante un largo tiempo me ha acompañado ese pequeño -en apariencia!-, GRAN, Santo de Loyola y no he dejado de asombrarme por su camino, guiado sólo por Dios, movido sólo por cumplir su voluntad y dejándose en plenitud en sus manos. Así lo decía constantemente el autor, se lee continuamente: “Iñigo crece ante la dificultad y, poniendo en práctica una máxima que hará famosa, pondrá toda su esperanza en Dios, pero movilizará también todos los resortes humanos”


Nada parecía turbarle, y si algo así le pudiera preocupar la respuesta era: “yo pienso que si un cuarto de hora me recogiese en oración, quedaría tan alegre como antes”
Y así fue, y lo demostró con la vida; una vida llena de cruces pesadas donde todo lo soportó y fue impulso para emprender y lograr grandes hazañas; lograrlo por él mismo y proponérselo a otros.
"Ignacio, experto conocedor, forjador e impulsor de hombres, se despega con facilidad de los suyos, los lanza con arrojo a la aventura, se fía de ellos una vez que han adquirido el verdadero temple, sobre todo fía en Dios. Los quiere «preparados a todo».”
Un santo que ante todo era persona, que no se creía ni digno de dirigir esa gran Compañía que él mismo fundó, que sufría por los que más quería y no dejaba de escribir miles de cartas en todas direcciones, que amaba a los nuevos acogiéndolos como dones que eran e instruyéndolos recta y cariñosamente... El padre que “a todos había engendrado en el espíritu ”.

Sí, es esta una constelación también universal, que ya desde el principio se dispersó en todas direcciones pero unidos por la convicción de que estaban siempre en comunión, y que, era por un bien mayor, la mayor gloria de Dios. “La anchura del campo de su conciencia y su apertura al mundo le empujan a acometer empresas gigantes.” ¡Sacaba fuerzas de la flaqueza y esperaba en Dios más que en los hombres!


Al Señor doy gracias por haber hecho que por nuestra historia pasaran estos grandes santos, puntos de referencia, ejemplos de vida...que nos llevan a seguir el camino iniciado, confiando plenamente en Cristo.

Como S. Ignacio, fuertes en el servicio de Dios, confiando en la fuerza de la gracia de Cristo.

1 comentario:

Cecilia dijo...

Así es, y siempre y solamente AD MAIOREM DEI GLORIAM.....
que es el motor y la fuerza de toda misión: siempre que sea mayor gloria de Dios.