domingo, 8 de mayo de 2011

Emaús, escuela de optimismo

Vivir en tiempo Pascual, tiempo del Espíritu, nos supone una gran ventaja: la de vivir en compañía del Señor Resucitado, un Señor que, como no está sujeto a tiempo y espacio –nuestros principales condicionamientos!-, puede siempre sorprendernos… Y precisamente la sorpresa fue lo que aconteció en Emaús.
El apesadumbrado Cleofás y su triste compañero de camino -un camino al exilio al margen de la comunidad de amigos en el Señor-, fueron “cazados” por el Maestro. ¿Objetivo? Acompañarlos en su conversión de mente y corazón, y lanzarlos a ser testigos de la vida recuperada.
Los que navegamos por nuestros días en compañía del Capitán de la Vida, Jesús de Nazaret, el Kyrios, hemos experimentado que Él es nuestro mejor agente optimizador, como lo fue también para Cleofás y el otro peregrino.
El Señor es nuestro OPTIMIZADOR por excelencia. Él es quien fomenta nuestros factores de resiliencia, que es la capacidad de proyectarnos en el futuro a pesar de estar viviendo en el presente acontecimientos desestabilizadores o momentos difíciles, porque nos invita a obras grandes.
Dicen los entendidos que, cuando nos golpean eventos inesperados o incontrolables, es habitual que nos pongamos tristes y nos hagamos más pesimistas: nuestra sensación de seguridad y autoconfianza se tambalea. La desesperanza es durante un tiempo la reacción normal ante esas duras circunstancias. En esos momentos es decisiva la intervención de un buen optimizador porque estar cerca de él nos ayuda a cambiar el rumbo de nuestro estado de ánimo; nos da fuerzas para sobreponernos a nuestra depresiva reacción inicial y encontrar soluciones propias para salir adelante. ¿Busco yo, en mis momentos de diálogo cerrado conmigo mismo, más tiempo de contacto con Jesús Optimizador?
Demos un paso más. El Señor, no sólo merece el atributo de optimizador porque luche contra nuestro negativismo, como lo hizo contra el negativismo de los dos de Emaús, sino que también optimiza nuestras mejores cualidades ayudando a sacarlas a la luz en los momentos difíciles –“id y predicad”, “dad fruto”, “carga con tu cruz”, “levántate”, “ve y no peques más”…-.
Jesús nos recuerda, en nuestro Emaús de cada día, nuestro sentido del compromiso, nuestro potencial para implicarnos en metas complicadas que merecen la pena –“ven y sígueme”-. Consigue, con su Palabra, reavivar nuestra capacidad para volver a recuperar las riendas aunque las hayamos perdido momentáneamente; nos transmite un sano sentido del desafío: nos da fuerzas para entender la vida como un reto salpicado de contratiempos inesperados que acaban convirtiéndose en una constante oportunidad de crecimiento y mejora –“sed santos!”- de nosotros mismo, pero sobre todo de los demás.
Descubramos a Cristo como nuestro mejor Optimizador… y que su ejemplo nos urja, como educadoras que somos, a ser buenas optimizadoras de los demás, así como tantas veces otros lo han sido con nosotras.
¡Jesús, Señor y Optimizador nuestro, quédate con nosotras! 

1 comentario:

Aurora M. dijo...

Emaús, el camino del compromsio que en muchas ocasiones trae momentos de dificultad. Suerte de nuestro Optimizador.
Emaús, escuela de optimismo, escuela de compromiso.