viernes, 31 de octubre de 2008

Festividad de Todos los Santos



Hoy es fiesta. Es nuestra fiesta. La Iglesia proclama, precisamente hoy, las bienaventuranzas en todos los rincones del mundo. Sí, en nuestros días hay dichosos y bienaventurados, porque, aunque escondidos o inadvertidos, hay humildes con corazón generoso, afligidos que comunican paz, justos que padecen violencia sin odios o rencores, artesanos de la paz, valientes que sufren incomprensiones y malos tratos.
El evangelio recuerda hoy el amplio número de bienaventurados que llamamos santos, sin corona tal vez y sin altar, simples y pobres, con un amor fraterno responsable. La santidad renace siempre bajo nuevas formas. No es una virtud que resulta insuficiente cuando se prueba, sino que no se prueba porque resulta dura. Es exigente la santidad porque lo es el Espíritu de Dios, al que el Nuevo Testamento repetidas veces llama santo.
En fin, hoy es fiesta grande, porque en el camino hacia Cristo podemos contemplar, que yo solo no avanzo hacia Él. Cuando me creía solo descubro que hay una nube inmensa de testigos que, como yo, caminan el mismo camino.

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