
Decía que, ante la Cuaresma, nos presentamos con una serie de "problemas" que llevamos internos y tenemos la necesidad de diagnosticar qué nos pasa. Tenemos heridas que tanto nos causan dolor a nosotros mismos como a los demás. ¿Los síntomas? Buscamos la luz en otros sitios que son simples lamparillas que no nos dejan ni ver las cosas tal cual son. Nos quedamos sedientos y hambrientos y cualquier alimento no es suficiente para saciarnos. Estas heridas, son las que nos llevan a desterrarLe del corazón.
Pero el Médico no puede permitir que su Criatura se pierda, y por ello nos envía a partir de la Palabra su Espíritu sanador que obra mediante el consuelo del propio arrepentimiento al ver que pecamos. Nos da oportunidades. Y en esta ocasión, Cuaresma, nos llama una vez más a cambiar. A vivir en constante cambio. Pero, para ello, pacientes im-pacientes debemos poner la voluntad en la conversión y dejarnos sanar para no volver nuestros pasos atrás. Sin miedos a afrontarnos a los destierros cotidianos pues Dios quiere de esos momentos, oportunidades para purificarnos y crecer en la necesidad de más amarle y más buscarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario