lunes, 16 de noviembre de 2009

Otro 17 de noviembre... ;-)


Repitió la lectura... Sí, había leído bien: "Queridísimos: cuando llegue a vuestras manos la presente, ya habré ingresado en el convento, donde comenzaré la vida religiosa a la que me siento irresistiblemente llamado. Os he ocultado mi resolución porque vuestras palabras y vuestra conducta me han demostrado que resulta imposible obtener vuestro consentimiento.
A pesar de esto, porque no tengo la menor duda acerca de la llamada del Señor, ni puedo oponerme a su Voluntad sapientísima ni ningún acto o palabra vuestra podrá de ninguna manera hacerme volver atrás, seguiré la vocación religiosa con el fin de alcanzar la salvación eterna, por la que todos debieran trabajar. No creáis que ha sido por falta de afecto hacia vosotros; continuaré amándoos igualmente y os recordaré siempre en mis oraciones.
Os ruego que no me busquéis; porque además de inútil resultaría perjudicial. Por ahora no os comunico adónde voy; espero poderlo hacer cuando esté convencido de que el afecto no oscurece vuestra inteligencia. Os ruego, además, que no queráis echar la culpa de esta resolución a Necchi, ni a don Pini, ni a ningún otro; he obrado independientemente de ellos. Os reugo, finalmente, que me guardéis vuestro afecto, que tengo en la mayor consideración, y permitidme abrazaros una vez más. Vuestro Eduardo".
La carta quemaba en las manos de la madre. había llegado a primeras horas de la mañana. Justo cuando extrañaban enormemente la tardanza de su hijo. Había salido al caer la tarde anterior, vestido elegante, avisando que iba a una fiesta nocturna, y aún no había regresado.
Los Gemelli, ricos comerciantes de Milán, comprensiblemente muy intranquilos... Fue el 17 de noviembre de 1903.
(...)
Tras la localización del joven, estalló el escándalo.
En alas de un sensacionalismo periodístico que alimentaba posibilidades de secuestro, de desvío mental, de desesperación... Hubo un medio informativo que presentó el caso con el título "Un suicidio de la inteligencia".
La reacción familiar fue tremenda.
Aunque inútil, tanto la pretendida voluntaria marcha atrás del hijo como la intentada recuperación forzada, incluso se sirvieron de médicos psiquiatras enviados a Rezzato para su revisión y posterior declaración de perturbación mental.
(...)
Pero sencillamente había ocurrido que Eduardo, en plenitud de facultades, decidió borrón y cuenta nueva. Borrón a su vida sin fe. A su realidad de ateo, de socialista y de masón, enfrentado abiertamente a todo lo que oliera a cristiano. Adiós a su más que destacada profesionalidad como estudiante en la Universidad de Medicina de Pavía donde tenía la máxima puntuación.
Su conversión empezó antes aunque su estallido vistoso ocurrió el 17 de noviembre de 1903, cuando la pretextada fiesta nocturna no fue otra cosa que el abrazo a la austeridad y a la pobrza franciscana en el silencioso claustro de Rezzato, en Lombardía.
Eduardo Gemelli pasó a convertirse en fray Agustín Gemelli.

Hace cincuenta años que murió el Padre Gemelli... y creo que puede ser un buen intercesor para todos aquellos que a pesar de las dificultades del entorno quieren mantener el sí que le han dado a Dios al sentirse llamados a la vida religiosa.

4 comentarios:

Teresita dijo...

¡Me quedo sin palabras!
Des de luego, sólo la fe mueve así! Dios todo lo puede! Qué emoción leer este testimonio...

annarita dijo...

cuando uno descubre que hay álguien que te ama tanto, entonces estás dispuestos a hacer locuras!!! No vemos a Dios, pero sabemos que existe porque donde está él la gente cambia...

Aurora M. dijo...

Locuras por amor que se repiten en la historia, que no dejan indiferente a nadie y que verdaderamente hacen reflexionar todo lo que se puede hacer por seguir los pasos de Nuestro Señor... la recompensa es segura aunque las deficultades rodeen el camino...

Aurora dijo...

Se le puede catalogar de valiente, pero es sin duda un ejemplo de hombre de fe.
Esto es un guiño,no?
Que Dios, fortaleza, acompañe y haga crecer la fe de cada uno de los que viven momentos de incomprensión.