La promesa que está ligada a la mesa eucarística hace que habitemos en Cristo y Cristo en nosotros.
Porque está escrito;Él mora en mí y yo en él. Si Cristo mora en nosotros, ¿de qué podemos tener necesidad? ¿Qué es lo que nos podría faltar?. Si moramos en Cristo, ¿qué más podemos desear?. Ninguna otra cosa puede morar en nosotros. Él nos rodea y penetra en lo más profundo de nosotros mismos; es nuestra protección, nuestro refugio; nos abraza y ciñe por todos lasdos. Es nuesta morada y el huésped que llena toda su morada.
Porque no recibimos sólo una parte de él, sino a él mismo; no recibimos una rayo de luz, sino al mismo sol hasta el punto de no formar con él más que un solo espíritu. Nuestra alma está unida a su alma, nuestro cuerpo a su cuerpo y nuestra sangre a su sangre. Tal y como dice San Pablo; Nuestro ser mortal es asorbido por la vida
Nicolás Cabasilas
lunes, 23 de mayo de 2011
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