En estos días pascuales, donde se están dando muchos encuentros -no "casuales" exactamente!- donde Jesús quiere "dejarse ver" para invitar a la misión, para enviar a cada uno de los suyos. Me he sentido realmente invitada a meditar sobre aquello que llevamos por nombre, misioneras, y he encontrado una reflexión muy acertada:
"No hay fuerza misionera en un Evangelio "de oídas", ni hay fuerza misionera en una orden que sobreviene del exterior. La misión nace de dentro. La fuerza misionera nace del hecho de haber comprendido que no es lo mismo conocer a Cristo que no conocerle. La misión nace de la conciencia de haber encontrado una verdad que todos los hombres -lo sepan o no- van buscando. Naturalmente, la misión está sostenida por el amor al hombre, por el deseo de salvarle, de comunicarle el don que nosotros hemos recibido antes. Ahora bien, eso no es todo. Estoy convencido de que la incoercible necesidad de invitar a todos al espectáculo nace también -y sobre todo- del deseo de mostrar lo que Dios ha hecho. Útil o no, lo que Dios ha hecho es demasiado grande como para no contarlo. [...] ¿qué puede haber más sorprendente y más bello que este "id por todo el mundo y proclamad"?" (B.Maggioni)
Llamadas a vivir y manifestar nuestra vocación misionera iniciada en Su encuentro, fundamentada en la Palabra, hecha vida!
sábado, 30 de abril de 2011
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1 comentario:
efectivamente "Lo que Dios hace es demasiado grande para no contarlo"... Nuestra vida tiene que cantar nuestro propio Magnificat porque El Señor ha hecho en cada una MARAVILLAS
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